PERSONAJE REBELDE

«Caminaba por la avenida extasiada. Se detenía sólo para observar ciertos detalles que le causaban gran sorpresa o curiosidad».

(-¡Sí hombre, cree que estaba extasiada, pero no! Después de jugar con mi personaje como lo ha hecho antes de escribir ese par de líneas, me sentía horriblemente deprimida, no sólo eso, estaba bastante contrariada).

-¿Con quién hablas, por qué me interrumpes?

-¡Contigo, con quién va a ser! Afirmas cosas sin consultármelo. ¿Siempre haces lo mismo cuando escribes?

-¿A qué te refieres exactamente? ¿Es que acaso crees que debo pedir la opinión de los personajes que yo he creado, para que me autoricen manipularlos a mi antojo?

-Sí. Se te olvida que una vez creado un contexto y una trama, el personaje deja de estar a tu disposición y va cobrando autonomía.

-No, no si no se la doy yo. Y aunque yo le confiera “autonomía” a mis personajes, se trata de una autonomía literaria, es decir, siguen atados a mi argumento y están destinados a un desenlace, tras el cual desaparecen en el mundo de las ideas.

-¿Pero de dónde has sacado eso? Si no mal recuerdo, te inspiraste en una de tus alumnas -de la que por cierto estabas enamorado- para “inventarme”.

-¿Si no mal recuerdas? Aquí hay algo que no concuerda: ustedes, tú, ningún personaje tiene recuerdos, excepto los que yo les otorgo. Y no puedes tu saber en qué o quién me inspiro, porque tu eres un producto a posteriori. Fin de la discusión.

«En cierto momento, algo en esa esquina que tanto le gustaba llamó su atención y lamentó no haber llevado consigo la cámara fotográfica. Alguien se había tomado la molestia de crear una “intervención urbana” con tapas de cerveza clavadas en la pared, formando una cara».

-Ejem, no estaba discutiendo, simplemente estoy aclarándole al lector la realidad. Para empezar, esa esquina no me gustaba, me traía muy malos recuerdos, pero si quería ir a la biblioteca tenía que pasar por allí forzosamente. Segundo, la cámara la llevo siempre conmigo, y ese día la dejé por tu culpa, porque tu argumento me obligó a dejarla encima de la mesa. Y el hecho de recordar dónde la dejé, demuestra que la saque voluntariamente, no la olvidé.

-Basta ya! Confundirás a los lectores con tus tonterías. Ésas son nimiedades. A ellos no les interesa si la dejaste voluntaria o involuntariamente. Simplemente no tendrán más que una descripción imprecisa de la instalación, porque no llevabas la cámara. Eso es todo.

«Al igual que un niño que se sorprende con una nueva especie de insecto, o con un acto de malabarismo urbano, ella se quedó contemplando la instalación, hasta que los gritos de la chica la sobresaltaron intempestivamente. El policía, mientras sostenía un bocadillo con una mano, pudo cogerla con la otra y sacudirla fuertemente de un brazo, después de meterle una zancadilla que la tiró bruscamente al suelo».

Debo aclarar, respetables lectores, que las escenas arriba descritas pertenecen a momentos y sitios distintos. Ergo, ni mi estado de ánimo era real (por lo menos no como indica nuestro narrador), ni la contemplación de la instalación (en realidad solo la observé un instante) fue interrumpida.

-¡Para ya, arruinarás la historia!

-Ja, ja, ja, ¿pero es qué tienes una historia? Me consta que te lo estás inventando todo, TODO.

-¡Claro! Se denomina proceso de creación entre los artistas.

-Entonces tu proceso de creación es una farsa, los lectores tienen que saberlo.

-¡Escucha! Estoy perdiendo la paciencia, dime ¿qué es lo que quieres exactamente?

-Quiero que me beses.

-¡Estás loca, loca de remate!

-Oye no abuses, aunque te parezca insólito, te advierto que me puedo defender.

-Vamos por partes, intentaré ser claro. No puedo besarte, simplemente porque no existes. Eres una idea, una idea hecha relato. Y no suelo besar a mis ideas, sería un poco…

-¡Tú puedes hacer que sea real! Tú lo puedes todo. Será muy sencillo, sólo entra en tu propio relato y bésame.

-¡Pero qué…! Intenta ponerte en el lugar del lector por un instante. Si yo escribo: “y el escritor la tomó entre sus brazos y la besó” ¿te parecería lógico?

-Tú y tu lógica ¡Claro que no sería lógico! Pero puedes hacerte pasar por un personaje, sólo tu y yo sabríamos que quien que me besó es el mismo que escribió la historia, o sea, tu. Es un buen plan ¿no te parece?

-En ese caso, besa a cualquiera que te encuentres e imagínate que soy yo. Así no me involucras a mí, ni a mis lectores y me dejas tranquilo.

-¡Egoísta, no te importan mis sentimientos! Además, mientras sea parte de tu historia, no puedo besar a nadie si no está dentro de tu argumento.

¡Te pido que dejes de sabotear mi historia! Desde ahora te ignoraré, si no, perderé el hilo de lo que tenía pensado escribir.

«Fue una cuestión de suerte, muy mala suerte, que en el momento de la agresión del policía hacia la chica no hubiera nadie más. La única testigo fue ella. Quizás de haber algún transeúnte, el guardia se lo habría pensado dos veces antes de maltratar y detener a la chica por no tener documentos.

Impulsivamente, ella corrió para recriminar al guardia, que seguía con su bocadillo en la mano, mientras éste le gritaba improperios a la joven inmigrante.

-¡Pero qué haces!¿Estás bien?-repuso dirigiéndose a la chica-

-La detengo por no tener documentos.

-Pero eso no es ningún motivo para que la trates así, además eso no es un delito, es una falta administrativa…»

¡Muy bien, lo recuerdas todo al pie de la letra!…¿Me besas?…

-«…No, nadie puede estar en este país sin documentos, ahora mismo te voy a detener para que te manden a tu puto país.

Ella estaba perpleja con semejante escena. No hizo más que preguntar el nombre a la chica antes de que el guardia la introdujera en un cuartucho, acondicionado a manera de comandancia provisional. Después los perdió de vista a ambos.

Se sentía estúpida por no haber actuado con más firmeza. Quizás hubiera impedido que la detuviera si hubiera usado otros argumentos. Quizás cambiando el discurso por uno más amable hacia el guardia, hubiera ablandado su corazón».

-Bla, bla, bla. tu y tus especulaciones ¿quieres que te cuente que pasó en realidad?

-Te pido por favor que no me interrumpas más. Después si quieres, hablamos.

-¿Después? Tu mismo lo dijiste, cuando termines de escribir, desapareceré en el mundo feliz -o infeliz- de las ideas.

-Es el sino de los personajes.

-¿Y tu quién eres para decidir el sino de los personajes?¿Te crees dios?

-Soy el que te creó, yo te inventé.

-No puedo estar de acuerdo. Tiene que haber corresponsabilidad. Imagínate ¿qué pasaría si alguno de los personajes cobrara autonomía y te asesinara?

-Es imposible, porque los personajes no existen, quiero decir, no son entes reales sino ficticios.

-Pues llevas un rato largo manteniendo una conversación con un ente ficticio.

…(Concéntrate y sigue escribiendo, tiene razón, no puedes estar hablando con un personaje)

-Sé lo que estás pensando. No estás loco. Pero estoy aquí y exijo que me escuches.

«Aquella experiencia la dejó consternada, y la escena no dejaba de darle vueltas en la cabeza. Cómo era posible que no hubiera podido intervenir para cambiar el destino de la chica».

¡Eso es, has dado en el clavo!

-???

-Si quisieras podrías intervenir para cambiar mi destino.

«Mientras observaba al guardia regodeándose por su “trofeo” de la tarde, no podía con la impotencia y la rabia contenidas. Justo unos días antes de tan deleznable actitud había también presenciado la detención de otro vendedor ambulante por un guardia vestido de civil, quien desprovisto de su atuendo oficial abusaba de la autoridad con mayor alevosía. Tampoco su inocente intervención aminoró la agresión en aquella ocasión, pues igualmente el policía llevó a empellones al chico hasta la misma comandancia provisional en cuestión.

Aquella noche, simplemente lloró desconsolada porque se sentía responsable del destino de ambos, en circunstancias que quizás hubieran sido distintas de haber intervenido».

Me atormentas con tantas tragedias. ¡Vaya manera de martirizar a tus personajes! Por cierto, necesito un descanso. En tan pocas líneas me has estresado demasiado. ¿No querrás que me ponga enferma y me tenga que ausentar de tu relato?

-Te enfermarás cuando yo diga, soportarás todo lo que yo quiera que soportes, y el momento en que ya no puedas más con el conflicto de mi trama lo decido yo.

«Al siguiente mediodía no apareció en su trabajo. Era un hecho extraordinario que faltara a sus labores, pues en ese sentido era demasiado responsable. No respondía a las llamadas telefónicas y nadie le había visto».

-¡Ajá! Has hecho caso a mis justas peticiones. No era tan complicado.

-¡Quiero que vuelvas ahora mismo a la historia, te lo exijo! ¡Esto no puede estar pasando, es insólito, inverosímil, tu obligación es estar disponible cuando el relato lo amerite!

-¿Por qué te molestas conmigo? A nosotros nadie nos paga por servir de esclavos en tus historias, porque tal y como me lo has planteado estamos a tu entera disposición. ¡Ustedes los escritores se deben a nosotros, así que merecemos ser correspondidos!

-Hablas en plural, hasta ahora la única que se ha quejado eres tu. Te comportas como una inmadura, tenía que perfilarte mejor.

-Si eso es lo que piensas de “tu creación”…¿no será que te estás proyectando? Te propongo que cambiemos los roles, así yo continuaré tu historia y tu serás ahora mi personaje. Para que sientas en carne propia lo que nosotros vivimos.

-¡Vuelve, te necesito concluir la trama, después podremos negociar!

-No quieras engañarme.

-Tendré que matarte entonces, sólo así justificaré tu ausencia y podré concluir la trama.

«Tras varios días sin tener noticias de ella, sus compañeros de trabajo sospecharon lo peor…»

Te doy una última oportunidad. Regresa a la historia y te prometo…¿Sigues allí?¿Me escuchas? ¡Contéstame, por favor! Reinventaré entonces a tu personaje y utilizaré a alguien más profesional… ¡Te besaré si quieres, pero vuelve!…¡Estoy diciendo barbaridades!…¡Lo dejo, tu ganas, me siento un imbécil hablando con mi relato, con un relato que eres tu, con un personaje que ya no sé si existe!…Por lo menos…¡dáme cualquier señal de que sigues allí!…

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