ACARAJÉ
Llevaba la guía de viaje que saqué de la biblioteca. Aunque estuve muy bien acompañada durante mi estancia en Brasil por mis dos mejores amigos, que además son autóctonos, la guía nos permitió encontrar lugares y conocer sitios que no son tan populares, incluso entre los oriundos.
Durante nuestra estancia en Salvador de Bahía estábamos obligados a probar los famosos acarajés, una especie de bollo de harina de frijol, rellena con una pasta de mariscos (vatapá) y gambas. Es en verdad una delicia. Tan demandados son, que en la zona de los acarajés, en el denominado Río Vermello, hay filas kilométricas para comprar un acarajé. La guía recomendaba específicamente dos sitios, el Acarajé de Cira, y los famosísimos Acarajés de Dinha. Los probamos ambos en días distintos. Mientras aguardábamos en la fila para probar éstos últimos -durante casi una hora- bebíamos cervezas y comíamos cualquier otro aperitivo de los que vendían en los puestos cercanos, pues la vista de tanta comida nos tenía el apetito más que abierto. Los puestos donde se venden los acarajés, son atendidos por mujeres vestidas con el atuendo típico bahiano y de complexión robusta la mayoría de ellas. Mientras unas preparan la masa de los acarajés, otras se encargan de freírlos, y otras les ponen el relleno. Desde la fila observamos que la mujer que freía los acarajés tenía cierta autoridad, y parecía la de más edad, tal vez por su caracter. Cuando por fin era nuestro turno, mi amigo Luciano y yo preguntamos a la mujer si ella era la famosa Dinha, a lo que ella respondió en un tono más hosco que amable, “Ela esta morta”. Silencio. Tal vez percibió nuestra perturbación por la respuesta y continuó instantes después. “Dinha é a minha mae, ela morreu há 5 años”. Permanecimos mudos pensando que habíamos cometido alguna imprudencia hasta que nos dieron los acarajés. Cuando nos dimos media vuelta, Luciano y yo nos miramos a los ojos y soltamos la risa reprimida. Al menos nos habíamos quitado la duda de encima.