Elisa y el cultivo de la serpiente
En el sendero encontramos algo parecido a una uña. Alicia dijo que no era una uña, sino un trozo de alguna botella de plástico. Su hermana Elisa, la más pequeña, confirmó el hallazgo de una uña, y no sólo eso, sino que podía afirmar que se trataba de una uña de serpiente. “Vamos a llevarla a casa, la sembraremos en el jardín y a ver qué sale”. Hicimos un gesto para advertir a Alicia de que no dijera nada más, con tal de no diluir la fantasía de su hermana menor diciéndole que una serpiente no tiene uñas, pues ni siquiera tiene pies o manos, y además no puede crecer en la tierra, sino que nace de un huevo. “De acuerdo”, asentimos, “¿pero qué pasará cuando empiece a crecer la serpiente? Esos animales tienen fama de no ser muy amables con los humanos”. “Eso no es verdad mami, depende de cómo los trates, si te portas mal con ellos, hasta una mariposa te puede hacer daño”. Su razonamiento parecía bastante lógico, pues además es el principio básico de la vida, así que, tras escuchar su rotundo argumento, emprendimos el camino de regreso a casa. La pequeña Elisa se dirigió directamente a cumplir con su cometido, hizo un minúsculo agujero en la tierra con sus deditos y depositó la “uña de serpiente”, la cubrió con cuidado y virtió un poco de agua. Después cogió una piedra y la colocó encima, para recordar el lugar en que crecería su próxima mascota, decía ella. Nos quedamos boquiabiertos cuando dos días después, de la tierra asomaba una lengua bífida y lo que parecía la cabeza del susodicho reptil. Estábamos aterrorizados, pero a Elisa no parecía importarle, pues se acercó para ofrecerle más agua y le convidó un par de hormigas que había cazado para ella. Tuvimos que tomar cartas en el asunto, cuando después del almuerzo Elisa dijo que iría al monte a ver si encontraba la uña de algún oso o la de un elefante. No sólo teníamos una pequeña que sentía cierta afición por los animales de grandes dimensiones, sino que además, el don de cultivarlos se le daba bastante bien.
Me ha gustado mucho el cuento. Llegué hasta ponerme a pensar si las serpientes tienen o no uñas. 😀
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¡Jajajajajajajaja!!! Bueno, para Elisa sí tienen 😉 Gracias por pasarte, un abrazo.
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Pingback: AGRICULTURA Y ALQUIMIA — Cualquier parecido con la coincidencia…es pura realidad – Agro Charly
De niños le tenemos temor a muy poca cosa, divina inocencia.
Besote
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