EL BUZÓN DE ROSARIO
Nada más atravesar el portal del edificio, salta a la vista el buzón de Rosario. Está desbordado. Hace unos cuantos meses que el conserje comenzó a depurarlo, pues ya no cabía más nada a través de la ranura. De cualquier manera, el conserje hizo un paquete con las cartas que le entregaba el cartero, por si Rosario decidía volver. Pero los muertos ya no vuelven.
A Rosario la encontraron convertida en una momia, reseca, marchita. Si Rosario estaba ausente, era porque llevaba por lo menos cinco años muerta. Ni siquiera llegó a cumplir los 60. Fue una y sólo una de las ciento treinta personas que habitan en el mismo edificio, quien notó su ausencia. Además del buzón, el coche de Rosario, cubierto de polvo e inmóvil en su plaza de garage, sugerían un prolongado abandono. Emilia, la vecina del piso de arriba, lleva años viviendo en el mismo apartamento y reconoce que Rosario no hablaba ni se relacionaba con nadie, pero eso no justifica que ningún inquilino del edificio se haya ocupado en cinco años por la ausencia de una ausente. Ella misma no lo hizo y ahora se lamenta.
Como ha ocurrido en situaciones similares -pues desafortunadamente este no es un caso aislado-, las alarmas saltaron cuando escaseó el dinero en la cuenta bancaria de Rosario para pagar las facturas.
Las ventanas del piso estaban cerradas y probablemente la atmósfera en el interior propició que el cadáver se resecara y se momificara sin emanar olores putrefactos que alertaran a los vivos.
Nadie sabrá siquiera qué hacía Rosario cuando la sorprendió la muerte o si intentó pedir ayuda, o simplemente, si su deseo era desaparecer de este mundo sin oponer resistencia.
Los edificios dormitorios como este bloque donde vivía Rosario se construyen para que el precariado zombie vaya a descansar. Así la comunidad se diluye y la enajenación del mundo es completa.
Yo entiendo que nadie diga nada. Piensa… ¿cuántos motivos puede haber para que a una persona no se la vuelva a ver? Me he parado un rato a pensar en si de pronto dejara de ver a una vecina, lo último que se me pasaría por la cabeza es que está muerta en su casa, imaginaría que se ha ido a vivir a otra parte o cualquier otro motivo Es más, acaba de venirme a la cabeza que hay una conocida mía en mi pueblo que hace un montón que no veo, normalmente la veía cada vez que salía, sobre todo en el mercadillo de los jueves.
En fin, es triste, pero no lo veo tan raro.
Saludos 😀
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Creo que es cuestión de actitud, más allá de que solemos pensar que el ser humano es un ser social por naturaleza, la única que nos acompañará al momento de morir será la soledad. Sin embargo, personalmente no me gustaría pasar desapercibida por esta vida, ya que tanto trabajo nos cuesta caminar por ella. Lo más frívolo de la historia de Rosario -y de muchas otras, porque este caso ha hecho notar que esto es más común de lo que pensamos- es que se la echo de menos hasta que faltó el dinero para pagar sus deudas, de lo contrario, el sistema nos invisibiliza.
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