MORDISCOS DE LUNA
-¡Cuando la luna esté madura la arrancaré y la comeré de un mordisco! -insistía la pequeña Kutsi, esperando con ansias poder alcanzarla.
-¡Es muy grande para que la comas de un mordisco! -replicó la madre.
-Bueno, entonces le daré pequeñas mordidas para que me dure un poco más, y si quieres, puedes probarla también.
-Es muy amable de tu parte hija mía. Pero ¿cómo sabrás cuando la luna esté madura?
-Eso cualquiera lo sabe mamá.
Entonces la madre sonrió mientras la pequeña Kutsi miraba por la ventana y volvió a inquirir a la pequeña:
-¿Y cómo llegarás hasta la luna? Está muy alta…podrías caerte.
-Mamá -replicó Kutsi con un tono de autoridad- no tienes nada de qué preocuparte. ¿No sabes que con la luna ocurre lo mismo que con las frutas? Cuando están maduras caen del árbol. Así que no hará falta que suba por ella.
La madre fascinada por la precocidad de su pequeña, suspiró deseando probar la luna, aquel hermoso astro a quien Kutsi debía tan bello nombre.