SÍSIFO

No es autodestrucción,

aunque parezca absurdo querer no ser,

como el que por designio sube a cuestas,

la roca que a la sazón

volverá a caer.

Podría buscar un motivo

que engañe a la necedad

del entendimiento:

me dejé atrapar,

en las redes de un amor-escudo

donde caben todas las defensas.

La más resistente

protege del embate

de quienes lo profesan,

paradoja que tampoco

descifra la comprensión.

De las defensas

penden los humores

que hieden a placer,

y los fluidos mezclados de dos pieles,

capricho que la primitiva alquimia

anhelaría satisfacer.

Termino entonces por descubrir

que eres tu la roca

de mi eterno castigo,

suplicio de la duda

que mendigo,

el mejor beneficio

del mal que elijo,

dulce y mordaz ritual

que a horadadas,

revive el mito.

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