MANKURT

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Escena de la película Mankurt

Desde la ventana se observa el humo de las chimeneas en las chozas aledañas de aquella aldea kirguistaní. La estepa reverdece después del crudo invierno y los campos se tiñen de un verde excepcionalmente brillante. Detrás de la ventana, imagino a Chinguís Aitmatov, sentado tras su escritorio mientras se cuestiona sobre aquello que le inspiró a escribir su novela “Mas de un siglo dura el día”.

En verdad, hay algo en esa capacidad creativa de los seres humanos que es insuperable. Tanto así, que no se conoce ninguna otra tendencia animal parecida, como la que incita a alguien a infligir el daño más cruel y despiadado a los de su misma especie, ni qué decir del resto de seres vivos, con técnicas cada vez más sofisticadas, dignas de horror. La tortura y el castigo son invenciones humanas, quizás, las más infames. En eso el ser humano se supera a sí mismo.

¿Qué pasa por la mente de una persona, para que sea capaz, no sólo de maquinar semejantes artilugios destinados causar el sufrimiento más severo y una muerte lenta y dolorosa a un ser vivo, incluso si es un semejante, sino de llevarlos a cabo?

De eso nos habla “Más de un siglo dura el día”, una historia sobre la figura del mankurt, popularizada por el citado escritor kirguís. El mankurt era aquella persona hecha prisionera por miembros de otro grupo, a quien se le rapaba la cabeza para después cubrirla con el estómago aún caliente de un camello recién sacrificado. Esta capa de vísceras se pegaba fuertemente al propio cuero cabelludo del prisionero, que se encontraba atado para impedir que se la quitara, secándose posteriormente y haciendo que el cabello del prisionero creciera hacia dentro de su cráneo, de manera que afectaba fatalmente a su cerebro, convirtiéndole en un esclavo total, sumiso como un animal domesticado, sin memoria y sin conciencia. El mankurt que protagoniza esta trágica historia, olvida sus raíces, su familia, sus costumbres y termina por asesinar a su propia madre, obedeciendo las órdenes de personas totalmente ajenas a él, que le utilizan como si fuera un animal.

¿Parece simple literatura? Recuerden que cualquier parecido con la coincidencia, es pura realidad.

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