GUARDIANES DE LA OSCURIDAD
La Medina en la ciudad de Túnez, fue perdiendo vida después de las 7 de la tarde. Era una noche de invierno y sólo algunos locales permanecían abiertos en la avenida Habib Bourguiba, donde normalmente se reúnen a departir los jóvenes universitarios, la mayoría varones, así que internarse en las callejuelas del zoco a esas horas parecía una aventura temeraria. Aunque la ruta alternativa parecía un poco más complicada, no perdía nada con intentarlo.
Precisamente porque la soledad y la escasa -por no decir nula- iluminación, no invitaba a recorrer el laberíntico zoco, ella decidió caminar por el exterior de lo que debió ser la antigua muralla para llegar a la puerta posterior de la Medina, desde donde podría dirigirse al albergue, segura de que por aquella zona habría más movimiento. Este rodeo le tomaría quizás el doble de tiempo para llegar a su destino.
Tras un largo recorrido sin divisar su objetivo se convenció de que la ruta elegida no había sido la más idónea pues, aunque en el mapa que había consultado con suma discreción para evitar ser tomada por una turista perdida, la distancia parecía corta, tenía la sensación de alejarse cada vez más, por lo que decidió volver sobre sus pasos.
Lo que más le inquietaba era que había dejado su equipaje en el albergue desde la mañana, así que debía volver por él, además de que creyó que resultaría un sitio mucho más acogedor -lo más parecido a un riad marroquí- que la húmeda y lúgubre pensión donde se había alojado la noche anterior, y el precio era tres veces menor.
Después de avanzar por los callejones que introducen al zoco y que son los que están mejor iluminados, si cabe decirlo, supo que estaba completamente perdida. En algún lugar había leído que si alguien se pierde en un zoco, lo mejor es caminar siempre hacia la derecha. Sus pies la llevaron hacia un portal donde se leía “pensión” y preguntó en la recepción por el albergue. El hombre posiblemente notó la cara de preocupación de la joven y le dijo “tu es perdu?” a lo que ella respondió con un gesto de “no, pero sí”.
Él le indicó caminar todo recto “allez tout droit”, decía. Pero si en este mercadillo no hay ninguna callejuela recta, pensó ella, con la adrenalina ya por las nubes. Lo mejor estaba por venir, porque conforme seguía avanzando la luz era más débil. Cuando llegó al punto que ella creyó el centro del zoco, se quedó completamente a oscuras y se detuvo. Sacó su precario móvil para intentar darse un poco de luz, cuando escuchó unos pasos. Estuvo a punto de echarse a correr aunque no veía nada, pero de pronto, otra luz a sus espaldas iluminó su camino. Las personas que había escuchado eran una especie de «guardianes de la oscuridad», y su función era precisamente la de iluminar el camino de las personas que transitaban por allí.
Después de ese tramo que le pareció eterno, desembocó en una especie de plazoleta iluminada y con un ambiente más acogedor, donde se ubicaban algunas teterías y bares. Bastó con seguir el murmullo de la gente para que de inmediato reconociera la dirección del albergue.
Dejó escapar la tensión en un suspiro profundo y cuando Amina abrió la puerta y la reconoció, fue tanta su alegría que estuvo a punto de abrazarla.
qué bonito, guardianes de la oscuridad 😊
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias, aunque la experiencia en ese momento, no lo fue tanto, jeje.
Me gustaLe gusta a 1 persona
El susto pasó y ha quedado la literatura 😉😊😚
Me gustaLe gusta a 1 persona