Monsieur

No es verdad

que las tristezas con pan son menos

ni con el sol de la mañana

—que hoy no apareció,

y ayer tampoco—

ni con el sorbo del café

ni deseando buenos días

aún cuando el tuyo

no lo es tanto.

Escribió el poeta Arthur Cravan

«J’étais cigare»

tal vez porque así

en un soplo

nos apagamos.

Debo dejar de lamentarme

por la ausencia

por la lejanía

por no saber de tu agonía.

Para qué

hoy ya no estás

más que en recuerdos

de humo de tabaco

durante el aperitivo

de alegría

de baile

de vida al límite.

No comeré el pan

porque no me apetece

tragaré la sal de las lágrimas

—siempre sienta bien llorar—

y me repetiré por enésima vez

que la vida es el instante

que tardamos en decir

“te quiero”

“cuídate”

“que tengas un lindo día”.

Debo dejar de arrepentirme

no hay hubieras

no hay

no.

La vida continúa

con o sin aspavientos

un suspiro

una risa

la mirada

el beso

el abrazo

la rabia

el asco

la congoja

el hastío

y la memoria.

No es verdad

que las tristezas con pan son menos

mejor así

a veces es necesario llevarlas a cuestas

aunque el corazón se aplaste un poco

ya saldrá el sol

y vendrá el hambre

y las ganas.

Mientras tanto,

me quedaré esperando

una señal quizás

un gesto

que me haga saber

que estás mejor

donde estás

que ya no es aquí.

que ya no es ahora.

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