El mosquito frustrado

El mosquito frustrado, tenía muy poca, por no decir nula, experiencia como chupasangre. Diríase que estaba en sus pininos. Hacía unas horas que había salido del huevo y su madre le dijo que fuera a buscarse la vida, así sin más preámbulos. Así que el mosquito picoteaba por aquí y por allá, pero no conseguía sangre. Hace un instante picó a alguien y sintió que no podía succionar aquella sustancia viscosa, casi se ahoga, y el pobre mosco huyó con el aguijón lleno de grasa. A saber dónde había clavado el aguijón. Queda claro que el mosquito deberá buscar urgentemente alguien que le dé una clase de anatomía, porque es cuestión de vida o muerte –ya lo había comprobado– saber dónde están las venas de los humanos y cuáles son aquellas de las que mejor se succiona la sangre, es decir, su alimento.

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